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Talla en Madera

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Talla en Madera

Es una actividad muy antigua y extendida. Algunos de los mejores ejemplos que subsisten de antigua madera tallada provienen de la Edad Media en Italia y Francia, donde los temas típicos de aquella época era la iconografía cristiana. En Inglaterra subsisten ejemplos de los siglos XVI y XVII, época en la que el medio preferido era el roble.

Desde las épocas más remotas la decoración de madera ha sido un arte destacado. La tendencia de la naturaleza humana ha sido siempre ornamentar cada artículo de uso ordinario. La Humanidad, desde sus primeros tiempos, cortan dibujos o diseños en cada artículo de madera que es susceptible de talla. Así puede verse en la obra de diversos pueblos que conservan esta tradición: los indios de Norteamérica tallan sus anzuelos o las boquillas de las pipas, lo mismo que los polinesios tallan sus remos.

Sus aplicaciones son variadísimas, aunque su principal función es la decoración y el ornamento. Se usa tanto a nivel arquitectónico como para el embellecimiento de objetos de uso cotidiano.

Como toda artesanía, tiene un componente artístico, en el cual el tallista-artesano vuelca su talento creativo para sacar de unas simples tablas una obra de arte, y otro componente, técnico y mecánico, que hay que tener en cuenta para que la materia prima responda a los esfuerzos del tallista y logre el resultado deseado.

Para realizar la talla en madera se emplean herramientas especializadas como la gubias, eligiéndose maderas de alta densidad y que no se astillan fácilmente.

En una parte de esta rama se tiene la impresión de que cambia el énfasis respecto a la función cumplida por las artesanías, porque a los muebles se les pide, para empezar, que atiendan un interés utilitario; que resulten apropiados para contener y resguardar otros objetos armarios, o para que descanse el cuerpo sobre ellos sillas y camas o para apoyar el trabajo mismo, un escritorio por ejemplo

Tienen, los muebles, una utilidad muy concreta, mas no por ello dejan de ser bellos. Terminan siendo otra atractiva muestra del proceso de trabajo manual propio de los artesanos. Habría que aclarar que en el sector de los muebles no se agotan las posibilidades de esta rama, pero iniciamos con esta reflexión para subrayar una característica común a muchas artesanías: en aquellas donde la que predomina es la función utilitaria, de cualquier modo no se anula su atractivo como objetos bellos para los sentidos, procedentes como son de una raíz cultural milenaria.

Hay una ventaja singular: la materia prima de esta rama es, en sí misma, bella. A pesar de que su transformación ocurre en varias fases de mayor o menor complejidad, la madera no pierde, en lo esencial, sus virtudes. Desde el estricto punto de vista de esa transformación por la mano del artesano, un lujoso mueble o una vistosa escultura no son un árbol, pero conservan, innegablemente, parte del alma que atribuimos a cada uno de ellos. Si los sentidos actúan para brindamos una noción de la realidad, dos se ocupan con mayor intensidad cuando tenemos contacto con la madera: el olfato y el tacto.

Porque un mueble puede hacer más grato el aire de una estancia cuando entramos en ella y percibimos ese olor tan propio de la madera, de esos que se registran y permanecen en el recuerdo olfativo y que años después podemos seguir reproduciendo al evocar un ambiente vivido, un instante único.

Cuánta calidez provoca el contacto con la madera, en contraste con la fría impersonalidad del plástico moderno o ese material denominado como "aglomerado" (elaborado, al parecer, con una especie de pasta de aserrín y que está sentenciado a una vida efímera, a diferencia de los muebles cuya madera garantiza una vida más, mucho más prolongada).

El ojo no resulta excluido del atractivo de la madera. Puede detenerse en el caprichoso contorno de una veta, en los matices de los nudos que, no obstante los tratamientos propios de esta rama, se conservan como para facilitar el alegre salto de la vista sobre esas señas de la autenticidad de esta materia prima.